
25 Feb LA TUBA EN EL DIXIELAND – J. LUIS MARTIN ALVAREZ

Los segundos son el resultado de la cristianización de los esclavos; y es que en las ceremonias de las iglesias del sur los africanos expresaban su fe ligada a las danzas y los cánticos que usaban en los rituales a los que estaban acostumbrados, dándole a las misas un mayor aspecto de celebración y alegría. Con el fin de la guerra de secesión que tuvo lugar en Norteamérica a comienzos del siglo pasado se abolió la esclavitud y los negros que hasta entonces no habían tenido vida propia ahora se trasladaban a las ciudades para trabajar e integrarse como personas libres. Este hecho les dio la posibilidad de hacer cosas que antes no podían: ahora tenían dinero y tiempo libre que la mayoría dedicaron al único hobby que les quedaba intacto: la música. Así, comenzaron a comprarse instrumentos empujando su capacidad interpretativa que hasta entonces había estado limitada por instrumentos que, con pobres materiales, ellos mismos fabricaban. Sólo había un problema, no tenían conocimiento alguno acerca de la teoría o la técnica de la música y las posibilidades para adquirirlo eran escasas, pero sí había algo que sabían hacer, sabían improvisar melodías y ritmos. Así, con gran ímpetu de aprendizaje, observaban con atención como se tocaban los instrumentos en las agrupaciones que había en las ciudades: bandas militares, que ya solo desfilaban para entretener a los ciudadanos, agrupaciones de iglesias y otras orquestas, almacenando en su conocimiento no solo la técnica, sino también el estilo que cada uno impregnaba en su música. Esto lo unieron a su forma de interpretar, tocando los instrumentos como si fueran una extensión de sus voces, y a su música de estilo particular (Blues y Spirituals) dando como resultado melodías llenas de adornos que apenas pueden escribirse y una expresión de sentimientos tan dispares como la angustia y el gozo, la alegría y la melancolía que también se alojan en su ritmo.
Todo este boom de creatividad tuvo su mayor expresión en Nueva Orleáns, una ciudad con posibilidades culturales, por ser una ciudad rica en economía, que vio como el ansia de aprendizaje de los antiguos esclavos recogía en su labor lo más llamativo de cada estilo que les rodeaba y lo unía a su forma personal, plasmada durante su expresión en los Blues y Spirituals, dando lugar a un movimiento musical que sería la base de muchos estilos en décadas posteriores. Es por esto que Nueva Orleáns es conocida como la cuna del Jazz, porque vio a este estilo nacer en sus calles, sus cafés y sus clubes a cargo de un sin fin de complementos que guardaban la adecuada armonía entre sí.

En los principios del Jazz existía la controversia entre blancos y negros, en una pugna histórica en la que negros y blancos pugnaban por la capacidad de generar swing y de paso, disputarse la hegemonía y también, por que no, la paternidad de aquel sonido. La cuestión racial en los Estados Unidos no es una cosa baladí. Fue un combo blanco – La Original Dixieland Jass Band (ODJB)- quienes ayudados por la industria discográfica de entonces, tuvieron el privilegio y el honor de haber realizado las primeras grabaciones en estudio de la historia del jazz, imitando en 1917 la música negra de New Orleáns. Por otra parte, los músicos negros vieron limitados a principios del siglo XX su campo de actuación a burdeles, circuitos teatrales y locales exclusivamente para negros; incluso bien entrados los años treinta, los productores solo dejaban a los negros el camino de grabar en los llamados «Race records», una especie de sellos discográficos exclusivamente para negros.
La música criolla recorrió Estados Unidos de arriba a abajo y fue en Chicago donde aquellos sonidos negros fueron imitados con mayor naturalidad y sapiencia por los blancos. Los discos de la OJDB y los de la New Orleáns Rhythm Kings eran devorados por los ciudadanos de la «ciudad del viento» y aquel movimiento tomo cuerpo y nombre. Allí nació el estilo llamado Dixieland, aunque tuvo sus orígenes en New Orleans como estilo musical. Surgido como contraposición al jazz de los negros, limitado en principio a la simple imitación de aquellos sonidos del sur, el dixieland empezó a tomar cuerpo alrededor de un par de músicos fanáticos de los sonidos de New Orleáns y de la trompeta de Bix Beiderbecke:Eddie Condon y Bud Freeman. En la década de los cuarenta el dixieland, ya adulto, adquirió en New York gran popularidad. Sus solistas fueron celebres personajes y algunos como Jack Teagarden, miembro durante mucho tiempo de los famosos «All Stars» de Louis Armstrong, se convirtieron en verdaderos ídolos. Allí, trasladado desde 1932, Eddie Condonabriría su mítico club que serviría como pórtico y centro de reunión de los músicos que tocaban un jazz afín al suyo. «El Condon’s», abierto por primera vez en el 47 de Wes 3rd Street, fue durante mucho tiempo el mas perseverante club de jazz de New York después del «Village Vanguard» y escenario de los mejores momentos de una música que aun hoy tiene sus adeptos.

La trompeta toca la melodía, y se le permite ‘decorar’ la melodía de acuerdo con su propia interpretación, sin alterar la melodía para que no se convierta en irreconocible por los profanos.
El clarinete a veces juega un papel en la armonía por encima de la línea melódica realizada por la trompeta, sin demasiado problema para el mismo ya que su tesitura es más aguda. Se espera también que sea capaz de improvisar con facilidad, ya que es más ágil en ese aspecto que otros instrumentos.
El trombón irá remarcando la nota principal de cada nuevo acorde, dentro de su improvisación.
El banjo, la tuba y la batería hacen una parte fundamentalmente rítmica, como en las Bandas de Música Tradicionales. En las primeras bandas de Dixieland, no se utilizaba Piano. El contrapunto en el jazz moderno tiene sus raíces directas en la música de las bandas de Dixieland y la música clásica, ya que desde muy temprano, ya en el barroco o en las construcciones de bajo continuo de JS Bach, se utilizaba un enfoque horizontal del bajo.
JOSE LUIS MARTIN ALVAREZ
Nace en Madrid en 1973. A los 8 años comienza sus estudios musicales de forma académica, y a los 11 años ingresa en el Conservatorio Profesional de Música de Getafe, donde consigue los títulos de Profesor de Acordeón y Profesor de Tuba, este último de la mano de profesores como D. Pedro Botias.
Posteriormente, ingresa en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, donde realiza los estudios superiores de Tuba, de la mano del profesor D. Miguel Moreno Guna, consiguiendo el título de Profesor Superior de Tuba en 1996.
Posteriormente, recibe cursos de especialización de maestros como Mel Culbertson, Sam Pilafian (Universidad de Indiana), Jens Bjorn Larssen (Hannover Musik School) y Jon Sass (Austrian Brass Art).
En su labor musical clásica, ejerce como tubista del Grupo de Metales de Madrid (de 1991 a 1995), Orquesta Sinfónica de la Fundación Coca Cola (1996), Orquesta del Teatro Calderón de Madrid (de 1995 a 1997), Orquesta Clásica Santa Cecilia (desde 2008 hasta la actualidad) y de la Banda Municipal de Getafe (desde 1996 hasta la actualidad), actuando con algunas de estas formaciones en lugares como el Teatro Arriaga de Bilbao, Palau de la Música de Barcelona, Palau de la Música de Valencia o Auditorio Nacional de Música de Madrid.
En su labor musical jazzística, ejerce como tubista de la Orquesta de Jazz de la Escuela de Música Creativa de Madrid, J. Siankope & New Orleans Dixie Land Band, Spirits Music Jazz Band o Swing City, actuando con estas formaciones en numerosos festivales de Jazz como el de Vigo, Ibiza, Getxo o Toledo, y festivales de Blues como el de Cazorla (Jaén).
También ha sido tubista de musicales como “La maja de Goya” (1997) y grabaciones en trabajos discográficos, como el de Joaquín Sabina “Física y Química”.
Desde 2002 hasta 2012, ejerce como Profesor de Tuba del Conservatorio Profesional de Música “Victoria de los Ángeles” de Madrid, y actualmente ejerce de Profesor en la Escuela Municipal de Música “Maestro Gombau” de Getafe, además de dirigir el Quinteto de Tubas “Getuba” y la Big Band de Getafe.
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