
24 Oct MI PECULIAR VISITA AL PARÍS DEL SIGLO XIX
MI PECULIAR VISITA AL PARIS DEL SIGLO XIX
Oscar Abella, Tuba Solista de la Orquesta Sinfónica de Euskadi
Queridos amigos amantes de los instrumentos históricos, en este reportaje quiero compartir con vosotros la fantástica semana que pasé en la capital francesa durante las vacaciones de Semana Santa 2013. He estado en París muchas veces, pero en este caso mi viaje era por un motivo diferente: no iba a visitar la Torre Eiffel, el Museo de Orsay o Notre Dame de París. Ni a tocar un concierto o participar en algún concurso o certamen. Tomé el tren hacia la capital francesa con el objetivo de encontrar un bass-horn de época (siguiente paso evolutivo después del serpentón) para mi uso personal. Muchos ya sabréis que Francia, y especialmente París, fue un gran referente musical durante los siglos XIX y XX, no sólo desde el punto de vista de la creación musical (con grandes compositores e intérpretes residiendo o pasando largos períodos de tiempo allí), sino también por la grandísima evolución que experimentaron los instrumentos de viento en este período, con muchos de los principales fabricantes afincados allí.
Mi primera parada fue en la residencia del Presidente de la “Asociación de Coleccionistas de Instrumentos de Viento” (ACIMV), el Sr. Bruno Kampmann. Había sido Michel Godard quien me puso en contacto con él, cuando le comenté lo que andaba buscando durante el cursillo y la entrevista que le hice para AETYB en Gijón a finales de febrero.

Aunque los instrumentos de Kampmann no están a la venta, las dos mañanas que pasé con él fueron de lo más interesante: pude hacer sonar algunas de sus joyas, y descubrí un sinfín de instrumentos curiosísimos que nunca antes podría haber imaginado. Tampoco quiero pasar por alto el simpatiquísimo carácter de este personaje único. Por supuesto, aproveché la ocasión para hacerme socio de la ACIMV.
Después de esto, puse rumbo a la provincia de París, a una hora de tren de la capital, para encontrarme con André Bissonnet, otro reputado coleccionista y restaurador de instrumentos antiguos. Había sido él quien me vendió mi oficleido Gautrot-Marquet de mediados del s. XIX, y también ha proporcionado instrumentos a figuras como Douglas Yeo o Roland Szentpali. Así que le llamé y me dirigí a su residencia, ya que está jubilado desde hace tres años y ha cerrado la tienda de instrumentos de época que tenía en la Bastilla. Cuando me recogió en la estación, me comentó que tenía algunos bass-horns que podrían interesarme, así que os podréis imaginar lo contento que me puse.


Personalmente me encanta visitar los anticuarios, perderme entre objetos que intentan contarnos algo de otras épocas. Así que cuando me abrió las puertas de su hangar de dos pisos, tuve la sensación de estar en un sueño. Era como un anticuario, pero no de cualquier tipo, sino uno muy especial: ¡cientos y cientos de instrumentos por todas partes!: pianos automáticos, infinidad de cajas de música, harpas, guitarras, fagotes barrocos, tubas antiguas, oficleidos, trompas naturales, extraños instrumentos de fuelle, etc, etc, etc… ¡y fagotes rusos! Durante el Romanticismo musical, los luthiers no dudaron en crear instrumentos de viento que recordaran a épocas arcaicas, algunos con campana en forma de cabeza de dragón, especialmente en la familia del trombón (los famosos luccins como los que había visto en casa de Kampmann), pero también en la variopinta familia de los bass-horns: los «bassons russes», que en realidad deberían llamarse “bass-horns prusos” por un error fonético. Estos últimos son los que me ofrecía el Sr. Bissonnet. ¡Por fin había encontrado lo que buscaba! La mayoría de luthiers de este tipo de instrumentos se concentraba en Lyon. El que elegí está firmado por Jeantet, que trabajó en Lyon entre 1823 y 1827 (antes de la muerte de Beethoven), ¡toda una reliquia!
En el viaje de vuelta a la estación, André Bissonnet me confesó que de todos los curiosos instrumentos que había visto, y que sabe tocar un poco, él solo se considera virtuoso de uno solo: la hoja de hiedra. ¡Como lo oís! Paró el coche, arrancó una al lado de la carretera, y haciéndola vibrar entre su boca y sus manos en forma de lengüeta tocó algunas frases del Carnaval de Venecia. ¡Qué gran momento!
Una vez de vuelta a París, me dirigí a la tienda de instrumentos de época Orphée Musique (http://www.orpheemusic.com). Allí pude probar varios de los tesoros que están a la venta, ¡y el dueño me regaló una boquilla de época de proporciones internas muy similares a la Courtois T3 que suelo utilizar! Junto a la boquilla que venía con el fagot ruso (que es idéntica a una boquilla de serpentón, pero hecha de metal) hace una pareja estupenda. ¡Seguro que les daré un buen uso!

Ya de vuelta al siglo XXI, fui a buscar algunas partituras a Rue de Rome, una calle donde se concentra el más alto número de luthiers y tiendas de partituras de Francia. Si alguna vez vais a París, no dudéis en visitar este lugar. Y como broche final de esta genial estancia en la capital francesa, fui a escuchar con mi novia un concierto sinfónico de la Orquesta de la Opera de Paris. El programa ya de por sí era interesante: Triple Concerto para Violín, Violonchelo y Piano de Beethoven y Vida de Héroe de Richard Strauss (con Fabien Wallerand y Bastien Baumet en el pupitre de tubas), pero si además interpretan como bis la Overtura de los Maestros Cantores de Wagner… ¡¿qué más se puede pedir?!
Como no, después del concierto disfrutamos de una agradable Tuba Party con los intérpretes del mismo y mi querido amigo y Maestro Arnaud Boukhitine.
Espero que este reportaje haya sido inspirador para todos vosotros.
¡Un afectuoso saludo a todos los socios de AETYB!

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